En este boletín CEEIPC-talk presentamos un artículo de lujo sobre Armando Reverón, artista homenajeado en esta edición de
Desde este editorial le extendemos nuestras congratulaciones a Reymond Romero, artista ganador de jóvenes con FIA, exposición sobre la cual haremos referencia en nuestro próximo Boletín, de igual manera sobre
En este número:
Artículo
- El "caso" del artista (en su escenario) de trapo: Armando Reverón o el oscuro poder de la mirada. Eleonora Croquer.
- Mínimo: el pequeño formato el pequeño objeto. MBA.
- Amazilias. María Cristina Carbonell. Galería de Arte La Cuadra.
- Punto y Línea. Nadia Benatar. Galería Alternativa Elvira Neri.
- Keyser Siso. Galería Artepuy.
- Dibujos del Instinto. Dulena Pulgar. La Carnicería Arte Actual.
- Pulgar, en Documenta XII.
- "Mercaderes" en la Bienal de Venecia.
RESUMEN: A partir de la proposición lacaniana de «la mirada como objeto a minúscula» (objeto inscrito en la fabulación fantasmática del deseo y suplementario, por ende, a la deriva descompensada del goce), el presente trabajo intenta un recorrido a través de la iconografía fotográfica del pintor venezolano Armando Reverón. Las sucesivas series de fotografías sobre este artista moderno de la plástica venezolana (Alfredo Boulton [1930] Jean de Menil [1940], Victoriano de los Ríos [1950] y Ricardo Razetti [1959]), recientemente expuestas por Luis Pérez Oramas (La construcción de un personaje. Imágenes de Armando Reverón, Trasnocho Cultural, Caracas: del 30 de septiembre al 7 de noviembre de 2004), en mi opinión, constituyen momentos elocuentes del intercambio entre exhibición, exhibicionismo y pulsión escópica que atraviesa en múltiples sentidos eso que, desde esta perspectiva, podríamos pensar como el artefacto Reverón: un significante que actúa su diferencia para placer (y horror) del ojo que insiste una y otra vez en mirarlo.
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PALABRAS CLAVE: Reverón, Lacan, iconografía, mirada.
Museos
MÍNIMO
El pequeño formato
El pequeño objeto
En la Sala 3 y en el Gabinete de Dibujo, Estampa y Fotografía del MBA se presenta esta exposición que empezará el 20 de Mayo y clausurará el 16 de Agosto, y cuya curaduría y textos fueron realizados por Milagros González.
Una caja de sorpresas esta heterogénea muestra en la que conviven pluralidad de obras acompañadas de textos que aparecen por casi todas partes (dos de ellos fueron rotulados en el piso), y que se desarrolla en trece apartados, como queda especificado en la hoja de sala, un desplegable en el cual aparecen planos de las dos salas con la respectiva señalización de la ubicación de las trece secciones, además de los textos antes mencionados, aunque no todos, puesto que en la sala hay más citas que las trece aparecidas en el desplegable.
Ahora bien, a pesar de la perspectiva francamente a lo “New Age” de la curaduría propuesta, y la superficialidad que esta tendencia conlleva, la selección de las obras es excelente, se puede apreciar un extraordinario conjunto de obras de primer orden de la colección de la fundación de museos nacionales, de cara al tema planteado.
Así, un conjunto de citas de Gastón Bachelard, curiosamente todas de la poética del espacio, acompañan a las cuatro primeras secciones de la exposición, denominadas: más allá de la lógica, El tiempo detenido, el espacio, La lupa (lo micro); a continuación, ofrecemos aquí el orden planteado y la autoría de la cita que acompaña cada sección: El universo (lo macro) William Blake, De adentro para afuera (y viceversa) Alejandro Salas, el reino de los hombres William Shakespeare, El reino de los cielos Mateo 13:31-32, La muerte Lewis Carroll, La cotidianidad vista desde los objetos Jonathan Swift, Las personas Hans Christian Andersen, La escala Lewis Carroll y Los animales y las plantas Julio Cortázar.
Más allá de una asertiva selección de citas, dirigidas mayoritariamente a exaltar el niño en nosotros, el excesivo recurso de estos textos en sala se nos torna inocuo, y hasta decorativos en tanto que la muestra carece de una perspectiva teórica, y en el texto de presentación, se nos señala refiriéndose al uso del pequeño formato por los artistas: “….permite hablar al alma de manera frontal, sin la investidura ni la grandilocuencia de la obra que nace para la admiración de todos.” Es de inferir de aquí que la grandilocuencia esta asociada únicamente a los grandes formatos…..o que las pequeñas obras no nacen para la admiración de todos.
Entre los autores de las obras que se pueden apreciar en esta muy buena exposición se cuentan: Alejandro Otero, Carmen Calvo, Roberto Obregón, Luís Camnitzer, Armando Reverón, Ferdinandov (con un dibujo de su mitica capsula para pintar debajo del agua), Enrique Avril, Carlos Puche, Jesús Soto, Gego, Arturo Michelena, Christian Boltanski, Cristóbal Rojas, Christo, Herrera Toro, entre otros.
En el Gabinete de la estampa, última parte del recorrido de MÍNIMO (los animales y las plantas), puede apreciarse entre otras, las obras de vídeo de M. Fernanda Cardoso, sobre un circo de Pulgas y el camino de las hormigas de Antonieta Sosa, ambos con auténticos insectos y de excelente calidad.
Excelente muestra sobre la que pensamos se ha podido realizar un perfil conceptual más elocuente, sin que por ello deje de ser interesante lo planteado. El pequeño formato, el pequeño objeto, son sin duda tópicos con potencial sobre el cual dilucidar, y ofrecer análisis más allá de los fantásticos cuentos de los pulgarcitos, Gulliver, Alicia en el país de las maravillas o Hamlet, que son nuestros compañeros de viaje en este proyecto curatorial que incursiona en la fenomenología de lo imaginario de Bachelard: “La vela que se apaga es un sol que se muere. La vela muere más suavemente que el astro del cielo.” En “la llama de una vela”.
Imagenes
Christo, Cildo Meireles y Capsula para pintar de Nicolás Ferdinandov.
Bibliografía
Bachelard Gastón. La llama de una vela monte Ávila Editores,. Caracas 1975.
Galerías
Desde el 13 de junio puede apreciarse el
Una sublime “Neblina” es una de las posibles sensaciones que emana de la última producción de Nadia Benatar en ALTERNATIVA, Elvira Neri galería de arte, interesante este planteamiento de dibujos en el aire sobre soportes de plástico blanco, con delicados tramados y esferas de alambre le otorgan gran distinción a esta exposición que vale la pena visitar. El texto de la hoja de sala fue realizado por Elida Salazar.
“Este denso cuerpo de obras, cuya vocación compulsiva precisamente exterioriza el seguro y rabiosamente contemporáneo trazo de Dulena Pulgar, desde un radical gesto que es, finalmente, una producción del instinto.” Es como finaliza su texto Carlos E. Palacios, curador de esta muestra donde se expone una extensa parte, del más extenso aún cuerpo de obras de esta artista. Un poco excesiva la museografía aunque contribuye a exaltar este registro hacedor de continuo transitar que nos ofrece la artista. Esto en
Keyser Siso es el nombre del joven artista de Puerto Ordaz que presenta su muestra individual en Caracas,en la Gáleria Artepuy, mismo que recientemente ganara una mención de honor en el Salón Caroní y el segundo premio del Salón Jóvenes con FIA.
Internacionales
la singular revista de publicación ocasional que edita el artista Luís Romero a manera de curadoría abierta, y como exposición impresa: "Pulgar" fue invitada a participar entre las revistas más prestigiadas del planeta en este rubro en la Documenta XII en Alemania.
Ángela Molina
Reportaje aparecido en la revista española Babelia
La mercantilización global del arte parece ser la auténtica protagonista de la Bienal de Venecia. El comisario Robert Storr ha convertido esta edición en un peregrinaje por las nuevas marcas en una sociedad donde ya apenas existe la política cultural.
Si, como llegó a pensar Baudelaire, la crítica de arte ha de ser poética, apasionada, parcial y política, entonces el rastreo de una bienal como la que se ha inaugurado en Venecia ha de ser también una actividad política e ideológica urgente, una recelosa lectura del actual momento libidinal del arte caracterizado por un -nada sofisticado- impulso a liquidar existencias y, sobre todo, stocks ideológicos. Como en el episodio de El Mercader de Venecia, vemos a lo largo de las exposiciones que tienen lugar en los Giardini y Corderie a los opulentos shylocks del arte que han decidido obtener el pago de sus deudas o llevarse "una libra de carne" (del comisario), codillo o chicharrón, no importa qué tajada.
Desconcierta que el afamado Robert Storr haya tenido tan poca fluidez natural o intuición como artista. Él mismo afirma ser pintor, también es historiador, crítico de arte y, ante todo, baudeleriano. Pero su bienal es penosamente mala, torpe y frustrante. La razón no se puede encontrar en otro sitio que en el sistema actual del arte, colonizado por el consumo, sus códigos y su lenguaje. De él no pudieron escapar ni Harald Szeemann, ni Francesco Bonami, ni María de Corral, ni Rosa Martínez. Pero en el caso del curador norteamericano, resulta algo más que una conclusión sustantiva, pues prácticamente todo el recorrido por la bienal conduce al visitante, con suficiente naturalidad, a una situación de mercantilización global del arte que no puede ser controlada de frente. Al no haber excelencia artística, ni mediación, ni fuerza de pensamiento capaz de sobrevivir a las afinidades electivas de estética y capital, la bienal de Robert Storr se muestra, desde luego, sujeta a las más graves sospechas y críticas.
Por desgracia, este hecho resulta particularmente evidente en el pabellón italiano, el llamado "núcleo duro" de la bienal, donde entre otros artistas conviven Sigmar Polke y Gerhard Richter. Storr no ha hecho el esfuerzo de mostrar la profundidad de la pintura de dos de los pintores vivos más extrañamente solitarios del momento; al contrario, ha utilizado el espacio como si fuera una galería de arte, en cuyo centro ha colocado las impresionantes piezas de las últimas series de Polke (Jugendstil, 2006, Neo Byzantium, Axis of Time 2005), cortesía de la galería Michael Werner (esta última serie, por cierto, acaba de ser comprada por la colección Pinault). A pocos metros, Gerhard Richter se presenta más discreto pero con parecida omisión histórica: seis grandes formatos abstractos de reciente factura que quieren ser "la demostración de la belleza de la negación" (Storr), un eco de la música de John Cage. Otros artistas sujetos al canon, como Robert Ryman, Susan Rothenberg, Bruce Nauman, Elisabeth Murray, Sol LeWitt, Ellsworth Kelly, Louise Bourgeois (Suite for Harry Truman, 2005) o Martin Kippenberger carecen en esta bienal de voz poética, de perspectiva visionaria; en su lugar, sus trabajos aparecen invertidos en formas esencialmente decorativas de esteticismo académico. El caso más irritante es el de Nancy Spero, maltratada increíblemente en la entrada del pabellón, cortesía de la galería Lelong. Cabezas sufrientes, decapitadas (Maypole, 2007), que penden del techo como frutos de un árbol, son un alegato contra la obscenidad de la guerra; pero allí instaladas parecen triviales, desplazadas y enfriadas del afecto que podría sugerir un buen montaje que incluyera otros trabajos con los que la artista norteamericana fuera capaz de dar una verdadera visión de la tragedia humana. Ésta es la versión moderna de Robert Storr, el comisario llamado a insuflar vida en la reseca imagen de la Bienal de Venecia, y cuya falta de destreza narrativa ha hecho de esta edición, titulada Piensa con los sentidos. Siente con la mente, un peregrinaje por el arte convertido en marca, el emporio donde las galerías más potentes del mundo han plantado su chiringuito, que son las que hoy otorgan sentido a la política de la cultura en una sociedad donde ya casi no existe política cultural.
Algunas obras incluidas en la Corderie plantean sorpresas. Son pocas. Porque, al igual que en el pabellón italiano, la mayoría de los trabajos se exhiben como objetos aislados de un contexto, lo que tiene que ver con la arbitrariedad del entorno del arte actual (aunque, en honor a la verdad, no tan azarosa, ostentosa y ordinaria como el despropósito de la colección Pinault en el palacio Grassi). En ella, Storr ha dado rienda suelta a su intuición, no sin una deliberada provocación -sólo se queda en eso- a la política de su país y a los planes de economía de guerra de Bush.
En el atractivo corredor de la
Corderie, contados trabajos consiguen llevar al artista hasta las regiones remotas del arte. El cineasta chino Yang Fudong, con su último filme, Siete intelectuales en un bosque de bambú, ha creado una bella alegoría de la búsqueda de la libertad a través del conocimiento. Su película, de cinco horas de duración y basada en la vida de siete pensadores de principios del siglo XX, está fragmentada en cinco pantallas distribuidas a lo largo del recorrido. No es la mejor manera de verla. A no ser que uno quiera llevarse una impresión visual diferente, un perfume. La pieza de Ignasi Aballí, Lists (1997-2005), hecha con tipografías de titulares de prensa, es una bella abstracción de la triste condición humana. Francis Alÿs presenta el vídeo Bolero (19962007), un auténtico fénice si no fuera por el abrumador montaje (511 dibujos) del making-off que barroquiza la obra en lugar de acentuar su minimalismo. Por cierto, el MOMA la adquirió, nada más inaugurarse la bienal, a la galería David Zwirner de Nueva York. La instalación de Luca Buvoli, a partir del manifiesto futurista italiano, es una de las mejor formalizadas de la bienal, al igual que las esculturas neoconcretistas del brasileño Waltércio Caldas. El austriaco Rainer Ganahl reúne una serie de fotografías con los retratos de intelectuales e historiadores disertando en simposios relacionados con el mundo del arte y la sociología (destaca la singular imagen de Rosalind Krauss). Entrañable es el trabajo del alemán Felix Gmelin, un lujo "apropiacionista". Dimitri Gutov y David Riff interpretan en clave pictórica los escritos, con sus traducciones, de Karl Marx.
Con relación al pabellón español, nada que añada alegría y cordura a esta bienal. El trabajo -pretencioso, trivial- de Alberto Ruiz de Samaniego deja implícito que es necesario revisar el "protocolo" a la hora de escoger el comisario. Sophie Calle, posiblemente la artista más sobrevalorada de esta bienal, no se complicó la vida. Decidió seleccionar al comisario de su exposición en el pabellón francés a través de un anuncio en el periódico. De entre los que respondieron a la convocatoria, optó por el artista Daniel Buren. Una broma. En España lo echamos a suertes. O casi.
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